Cada comunidad es un mundo, todas muy distintas y por otro lado muy parecidas. En todas nos acogieron con cariño.
Tras salir de Bamenda nuestra primera parada fue en Bamendjou, donde el paisaje pasó a ser aún más rojo. Lo primero que llamó nuestra atención fue encontrarnos con una bonita iglesia de estilo polaco en mitad de Camerún. En Bamendjou viven cuatro escolapios, aunque sólo conocimos a tres: Cyrille, Ángel Miguel y Stanislav. Bamendjou es francófono y por tanto el idioma de la comunidad es el francés, lengua que como todos sabéis, manejamos a la perfección. Pero hay barreras que cuando hay interés se pueden saltar. No obstante Stanis, convencido de que a fuerza de escucharlo aprenderemos, se empeñaba en hablarnos y hablarnos aunque no nos enteráramos de nada. Ángel Miguel, el único español de la casa, es un personaje que parece que siempre está de paso: tiene siempre un aire despistado y parece como si viera las cosas por primera vez, lo que hace que sea fácilmente acogedor. Con ellos dos estuvimos viendo alguno de los colegios y capillas que dependen de la comunidad, y por fin vimos dos colegios independientes de la Diócesis y nos alegro ver que están en muy buenas condiciones y que el ambiente que se respiraba era francamente bueno. También vimos un árbol enorme que no sabemos exactamente que es pero que en principio pensamos que era un baobab…pero su apariencia no nos encaja con los dibujos del Principito. Por la tarde fuimos con Cyrille, el responsable de las escuelas, a comprar a Bafoussan, y comprobamos que es un escolapio de los pies a la cabeza, muy preocupado por las necesidades de los niños.
Nuestra siguiente parada fue un punto indeterminado en mitad de la carretera que nos llevaba a Bafia. El magnifico Land Rover, el tanque, el que parece el mejor coche de la Viceprovincia decidió no seguir trabajando, así que estuvimos los tres pasajeros (ahora íbamos con Mariano) esperando unas dos horas a que vinieran a cambiarnos el coche. Ya con un coche en apariencia más humilde, pero con el detalle de andar, seguimos hacia Bafia donde comimos y conocimos un poco la comunidad. Allí se está construyendo un colegio de primaria, y ya esta en marcha un centro cultural con muchas actividades, entre ellas un cibercafé y clases de informática. Por supuesto todo esta vida es alrededor de la parroquia. Tras un par de horas en Bafia seguimos nuestro camino rumbo a Yaundé, la gran capital.
En Yaundé hay dos comunidades, una la que forman los juniores, no solo de Camerún sino también de Senegal, Guinea… y otra la de la Parroquia, donde viven Leonard, Christian, Martín y Antonio. Martín es un escolapio entrañable que nos agilizó los trámites que teníamos que hacer en la Embajada porque conoce a todo el mundo allí, incluido al bibliotecario con quien mantiene todos los jueves una animada charla sobre asuntos varios. Antonio es la ironía en persona, con gran humor y todo un amante de los animales. Leonard fue nuestro Cicerone en lo poco que hay de turístico en Yaundé: los edificios de las embajadas y de los ministerios, el monumento a la unificación, la catedral y una basílica…el resto poco se diferencia de Bamenda, aunque al menos hay alumbrado publico y aceras por bastantes zonas.
Pero nuestro tour todavía no había terminado; con un pasajero más, nos dirigimos a Kumbo, pasando por Bandjoun y Bamenda. El nuevo pasajero, José Manuel, ha estado esta última semana ofreciendo a los profesores y formandos escolapios algunas charlas sobre Pedagogía escolapia, por lo que se hace necesario hablar de la situación del mundo y la necesidad de buscar un modelo de desarrollo distinto al que han seguido los países del norte que crea tantas desigualdades, tan claras aquí. José Manuel nos hizo más agradable el viaje de vuelta, cercano y amable en todo momento.
Para llegar a Kumbo hay que ir por una “carretera”, llena de baches, y en su mayor parte de tierra lo que en la estación seca supone polvo y más polvo. En los mapas aparece con asfalto todo el camino, ya que Europa la financió, pero el proyecto fue afectado por una de las enfermedades del país: se invirtió un poco y el resto “pa´la saca” del listillo de turno. En Kumbo hay una casa de formación dónde están los prenovicios, que son ocho. Con ellos viven cuatro escolapios más: Ángel, Gerard, Kisito y George. Pudimos ver a Ángel en acción dando clase en un colegio de primaria, toda una experiencia. También conocimos una escuela de magisterio de los maristas.
Como veis esta última semana no nos hemos aburrido, y la verdad que nos hemos contagiado del espíritu soñador de estos cameruneses-aragoneses, que no paran de pensar en nuevos proyectos para mejorar la realidad de este país.